JOAN VILA


Joan Vila, de 45 años y nacido en Castellfollit de la Roca,  mató a seis ancianos suministrándoles por vía oral un cóctel de fármacos previamente triturados. A otros dos les quitó la vida con una sobredosis de insulina, mientras que con los tres últimos optó por el brutal sistema de obligarles a ingerir lejía.

 El celador no supo explicar por qué cambió de método en los últimos asesinatos ni la razón que le llevó a matar a más mujeres que hombres (nueve de once). Su único argumento para justificar los asesinatos fue que decidió «ayudarles a morir» para evitarles más sufrimientos, debido a la gran dependencia a la que les obligaba su precario estado de salud.

EL PRIMER CRIMEN 
El empleado del geriátrico nunca había matado a tantos internos en tan corto espacio de tiempo. El primer asesinato lo perpetró el 29 de agosto del 2009, y no volvió a actuar hasta casi dos meses más tarde, el 19 de octubre de ese mismo año. En los meses posteriores fue espaciando los crímenes, sin seguir un patrón regular, pero entre agosto y septiembre de este año inició una escalada de asesinatos (exterminó a cuatro ancianos) que desembocaría en los tres crímenes de octubre. Cada vez iba a más.

Los médicos certificaron 10 de las muertes como naturales, y solo la última de ellas levantó las sospechas de un facultativo del hospital de Olot, que alertó a los Mossos de que la fallecida presentaba quemaduras en los labios y el paladar por la ingestión de un líquido abrasivo. Su diligencia sirvió para desenmascarar al asesino, pero el hecho de que las otras 10 defunciones no levantaran sospechas ha encendido las luces de alarma sobre los protocolos médicos en los geriátricos y sobre la forma en que los médicos realizan los certificados de defunción.


Rafael Berga y Jaume Dalmau, abogados de las familias de tres víctimas, no descartaron que Vila haya cometido más crímenes y recordaron que en su primera declaración aseguró que solo había matado a tres ancianas. El abogado defensor, Carles Monguilod, destacó que Vila explicó que mataba «como si actuara otra persona», por lo que pidió un examen de su salud mental.


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